martes, 29 de mayo de 2012

seris"los que viven en la arena


LOS SERIS HABITANTES DEL DESIERTOPDFImprimirCorreo electrónico
Escrito por Administrator   
Domingo 05 de Diciembre de 2010 21:56
 
  Thompson es apellido adoptado como cualquier objeto colectivo,  según los usos de la vieja comunidad primitiva, y proveniente de un viajero norteamericano en el siglo XIX. Seris, “los que viven en la arena”,  es nombre dado por sus enemigos naturales, sus vecinos territoriales, los yaquis, eternos rivales que redujeron su territorio en guerra de un siglo. Ellos, los “seris”, se autodenominan Kunkaak: “nuestra gran raza materna, aquí”. 

La lengua seri pertenece al grupo lingüístico hokano y es parte de la familia lingüística seri-yumana. El yumano propiamente dicho se habla en el norte de Baja California.
  Se tiene noticia de que en el pasado la tribu creció hasta los mil habitantes. De un siglo al presente quedaron en quinientas almas, población que se mantiene estable mediante un sistema matrimonial que controla  la natalidad.

En el pasado remoto la sociedad estaba organizada en seis bandas: guaymas, upanguaymas, tastioqueños, seris o tiburones, tepocas o salineros y un grupo montañés. Cada banda constaba de varias familias extensas y a su vez se dividía en secciones, que eran exógamas, mientras que la banda era endógama.

  Hoy la tribu se divide en mitades. Cada una a su vez en tres  secciones. Los varones de una mitad y sección o familia solamente pueden desposar a las mujeres de la otra mitad y también determinada sección. Así, los nacimientos están controlados.  Ejemplo: varones de la mitad I, sección A, sólo pueden procrear con las mujeres de la mitad II, sección D. Mitad I, secc. B, con mitad II, secc. E. Mitad I, secc. C, con Mitad II, secc. F.


Existe el  control de embarazos por medio de la medicina tradicional. Y existe también la institución del matrimonio a prueba: los jóvenes amantes cohabitan a prueba durante un año; sólo si hay compatibilidad, se casan.

La población, desde los años 40 del siglo pasado se hizo sedentaria en dos comunidades, aunque conserva muchos rasgos del viejo seminomadismo. Una institución llamada Kimousing establece que si dos individuos se encuentran, el que tenga mayores bienes (comida, ropa, armas, etc) debe darle la mitad al otro. De ese modo existe el reparto igualitario de cualquier incipiente propiedad, lo que es propio del comunismo primitivo.

En larga conversación con don Roberto Thompson, Jefe Supremo de la Tribu, se puso de manifiesto la melancolía por el pasado perdido, las viejas costumbres, las instituciones, la franca hermandad. Ahora un hombre podía comprar un vehículo y su vecino pobre lo envidiaba hasta la enemistad y el rencor. Muebles, ropa, alimentos. La vieja solidaridad de la Isla del Tiburón había desaparecido en alta medida. 

Las dos comunidades de los neosedentarios, Desemboque y Punta Chueca, están en tierra firme. Y la cuna ancestral de la isla permanece deshabitada como reserva ecológica federal. Hay en ella especies vegetales y animales únicas: el bura fue un carnero aislado del mundo en la isla del Tiburón.

La isla originaria conserva el nombre de la deidad principal de la religiosidad antigua. Una de las pruebas que debe vencer el aspirante a la jefatura suprema de la tribu es, entre otros ritos, el atreverse a nadar junto al tiburón blanco que abunda en ese mar.  

Otra es abstenerse de alimento alguno durante cuatro días con sus noches, atado a un poste bajo el sol ardiente, hasta recibir una segunda aparición alucinatoria de un espíritu del desierto, una suerte de gnomo que acude a legitimar al próximo jefe. Ya han llegado comisiones de apaches del norte que danzaron alrededor del elegido, al compás de sus hondos cantos de guerra,  de sombría violencia.

¿Por qué, existiendo por decreto presidencial la propiedad de la Isla originaria a favor de los seris y manteniendo éstos un extrañamiento declarado por los viejos usos y costumbres de la vieja tribu, no se regresaron a vivir en ella, donde continuarían en la práctica de su nomadismo sólo limitado por el territorio isleño? La isla que impuso un seminomadismo; el paraíso perdido, el útero originario? Esta pregunta cruda fue expuesta a don Roberto.

Don Roberto Thompson empezó a contestar  anfibológica y perifrásticamente: cuando él nació estuvo a punto de morir porque su madre no producía la leche que necesitaba y él, recién nacido estaba atormentado y flaco por la falta de alimento, según le contaron las ancianas de la tribu. Fue necesario ir hasta las tierras de Hermosillo, más allá del reino seri, para comprar leche de burra, animal que sólo allá existía. Y sólo así pudo crecer y salvar la vida.

-Es necesario comprar, comerciar con los vecinos, ya no podemos subsistir como antaño. El dinero es el diablo. Pero un diablo necesario.

Las mujeres mayores son de gran importancia. Integran un concejo que toma las grandes decisiones matrimoniales, guerreras, culturales y legitiman la investidura de un nuevo jefe supremo.

A pesar de que los seris cuentan con una cooperativa de pesca y que pueden obtener ingresos a veces considerables, la apariencia de ambas comunidades es de desolación, decadencia y mendicidad: impera la miseria.

Al principio de su asentamiento sedentario, la tribu completa cayó en el alcoholismo y consumo de estupefacientes. Hasta que por medio del evangelismo del Instituto Lingüístico de Verano de universidades norteamericanas, cesaron poco a poco esas prácticas. Pero hoy, abstinentes evangélicos, no pueden organizarse con optimismo en la economía de mercado. Los usos y costumbres del pasado pesan en las tentativas de modernización. Y desde luego la marginación y la miseria.

Los grupos indígenas vecinos del territorio seri, a su vez presionados por el avance de la colonización española de finales del siglo XVII, obligaban a los seris a reducir su territorio, fuente del sustento. Este es otro factor que obliga a la reducción del territorio. También fue otro factor que los obligó al sedentarismo: dos pequeñas comunidades donde había que organizarse para la producción y lo inmediato fue la pesca y su comercialización. Otro escenario en la larga historia de trashumancia de los seris.

El paso del nómada al sedentario en este caso creó la milagrosa oportunidad de observar que alguno de sus resultados casi inmediatos fuera la aparición del fenómeno artístico de la escultura. Los seris sedentarios empezaron a esculpir figuras de animales de su entorno en la madera conocida como “palo-fierro”, nombre acorde a su notable dureza.  ¿La coincidencia del sedentarismo con la escultura fue casual? Este paso providencial mostró también cómo perduraban las costumbres antiguas. Porque el primer seri  que comenzó a esculpir el palo-fierro,  don José Aztorga, fue a su vez el hombre más radical del nomadismo como ideario y hábito, el único que se negó a vivir en la nueva aldea establecida rodeado de vecinos. Y permaneció aislado, con su esposa apache, a cinco kilómetros del pueblo.

La aparición de determinados fenómenos en el desarrollo histórico de una cultura no siempre son la marca fija que corresponde a un nivel o estadío único. Si apareció la escultura en el momento de la sedentarización ello no establece una ley fija de correspondencia. Se ha dicho p.ej. que el sedentarismo agricultor genera la cerámica, sin embargo los seris nomádicos ya fabricaban cerámica “cáscara de huevo” mucho antes de su establecimiento sedentario.

-¿Cómo fue que se le ocurrió empezar a esculpir la madera? Le pregunté en entrevista al señor Aztorga.

-Me lo dijo el Diablo, respondió hermético.

-¿Y quién es el Diablo? Insistí.

-Yo. Respondió sin mirarme porque estaba atento esculpiendo un gran busto de un bura.

Al día siguiente hablé con don Roberto Thompson y con malicia le expuse lo que a fuerzas era considerable como broma.

-Dice don José Aztorga que él es el diablo, qué piensa usted.

-Pues si no lo es se le parece bastante.

El encuentro y la inserción de los nómadas en la cultura nacional con su economía de mercado implicó una tragedia. Una tragedia silenciosa y terrible frente a la indiferencia  de dicha cultura nacional. En el siglo XVII llegaron los primeros misioneros jesuitas que fundaron una misión en la que transcurrieron algo más de cien años tratando de inculcar el cristianismo entre los indígenas. Pero la hostilidad con los ranchos de Sonora hacia Hermosillo provocó una ruptura.

Hasta el siglo XIX los rancheros y sus hijos incursionaban en territorio seri  para ir a cazarlos como a animales del desierto. Entre ellos apostaban a ver quién mataba más.
Con las oportunidades económicas actuales (desde luego escasas) un indígena decidió ir a Hermosillo para comprar un lujoso comedor estilo Luis XV. 

Regresó en su camioneta trayendo su compra. Pero como no calculó ni mucho menos el  espacio existente en su reducida vivienda que el  gobierno a través del Instituto Nacional Indigenista le financió, se vio obligado a poner su flamante compra afuera de la casa, sobre la arena del desierto. Y se sentaba en la cabecera de su mesa al atardecer y veía por un lado el desierto y por el otro el mar. Y ni siquiera tomaba entonces sus alimentos.

El mundo indígena quedó, ante el contacto forzado con Occidente, en una situación de insuperable degradación: Por un lado va perdiendo su cultura ancestral porque tiene que aprender el lenguaje, las costumbres y leyes del conquistador, a pesar del arraigo de identidad que tienen  los protagonistas indígenas, quienes conservan sus propios usos y costumbres, pero que también éstos significan obstáculos para su movilidad dentro del nuevo mundo impuesto. Por otro lado, los rasgos culturales de Occidente son asumidos con torpeza.

La situación de insuperable degradación antedicha, es la terrible tragedia indígena de México. Los indígenas se vuelven ajenos y extranjeros en su propia tierra. Su vestimenta y su índole se tornan raros y exóticos. A la vez se sienten incómodos al uso de los objetos y reglas europeas.

Esta tragedia indígena quedó sin embargo incorporada a la cultura nacional y es un obstáculo en las tentativas de desarrollo y modernidad del país. Porque la cultura como dijo bien André Bretón, son vasos comunicantes.

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