lunes, 28 de mayo de 2012

Palabras del Subcomandante Insurgente Marcos, del EZLN



Palabras del Subcomandante Insurgente Marcos, del EZLN.

Palabras de la Comisión Sexta del EZLN en la
Clausura del Encuentro de Pueblos Indios de
América.

14 Octubre del 2007.
Autoridades tradicionales de la Tribu Yaqui en Vicam:
Lí­deres, representantes, delegados, autoridades de los pueblos originarios de América presentes en este Primer Encuentro de los Pueblos Indios de América:
Hombres y mujeres, niños y ancianos de la Tribu Yaqui:
Observadores y observadoras de México y el Mundo:
Trabajadoras y trabajadores de los medios de comunicación:
Hermanas y hermanos:
Grandes son las palabras que se han escuchado en este encuentro.
Grandes son los corazones que parieron esas palabras.
El dolor de nuestros pueblos ha sido nombrado por quienes lo padecen desde hace 515 años:
El despojo y robo de tierras y recursos naturales, pero ahora con las ropas nuevas de la “modernidad!”, el “progreso!”, la “civilización!”, la “globalización!”.
La explotación de cientos de miles de hombres, mujeres, niños y ancianos, reproduciendo los tiempos y métodos de las encomiendas y las grandes haciendas de la época en que las coronas de Europa se impusieron a sangre y fuego.
La represión con la que ejércitos, policí­as y paramilitares enfrentan los reclamos de justicia de nuestra gente, igual que la que las tropas de los conquistadores emplearon para aniquilar poblaciones enteras.
El desprecio que recibimos por nuestro color, nuestra lengua, nuestra forma de vestir, nuestros cantos y bailes, nuestras creencias, nuestra cultura, nuestra historia, de la misma forma que hace 500 años, cuando se discutí­a si éramos animales a quienes habí­a que domesticar o fieras a quienes habí­a que aniquilar, se referí­an a nosotros como inferiores.
Las 4 ruedas del carruaje del dinero, para emplear las palabras del Yaqui, rodando de nuevo sobre el camino hecho de la sangre y el dolor de los pueblos indios del continente.
Como antes, como hace 515 años, como hace 200 años, como hace 100 años.
Sin embargo, algo ha cambiado.
Nunca antes la destrucción habí­a sido tanta y tan irremediable.
Nunca antes habí­a sido tanta y tan incontrolable la brutalidad contra tierras y gente.
Y nunca antes habí­a sido tanta y tan grande la estupidez de los malos gobiernos que sufren nuestros paí­ses.
Porque ocurre que lo que están matando es la tierra, la naturaleza, el mundo.
Sin lógica de tiempo y lugar, catástrofes de temblores, sequí­as, huracanes, inundaciones, se empiezan a presentar en todo el planeta.
Y se dice que son catástrofes naturales, cuando en realidad han sido provocadas, con esmerada estupidez, por las grandes corporaciones multinacionales y los gobiernos que les sirven en nuestros paí­ses.
El frágil equilibrio de la naturaleza, que por millones de años ha permitido al mundo andar, está por romperse de nuevo, pero ahora definitivamente.
Y nada se hace arriba, como no sea hacer declaraciones a los medios de comunicación y formar comisiones inútiles.
Los falsos jefes, los malos gobiernos, son idiotas que celebran los eslabones de la cadena que los subyuga.
Cada vez que un gobierno recibe un préstamo de capital financiero internacional, lo presenta como un triunfo, lo publicita en periódicos, revistas, radio y televisión.
Nuestros gobiernos actuales son los únicos, en toda la historia, que festinan su esclavitud, y la agradecen y bendicen.
Y se dice que es democracia que el Comando de la destrucción esté a disposición de partidos polí­ticos y caudillos.
“Democracia Electoral!” es como los mandones llaman a la lucha por acceder al negocio de vender la dignidad, y llevar adelante la catástrofe mundial.
Allá arriba, en los gobiernos, no hay esperanza alguna.
Ni para nuestros pueblos indios, ni para los trabajadores del campo y de la ciudad, ni para la naturaleza.
Y para acompañar esta guerra en contra de la humanidad, una gigantesca mentira se ha levantado.
Se nos dice, se nos repite, se nos enseña, se nos impone, que el mundo caminó su historia para llegar a donde mandara el dinero, los de arriba ganaran y nosotros, el color que somos de la tierra, perdiéramos.
La monarquí­a del dinero se presenta, así­, como la culminación de los tiempos, el fin de la historia, la realización de la humanidad.
En escuelas, medios de comunicación, institutos de investigación, libros, la gran mentira reacomoda la historia y aquello que de la mano lleva: el lugar y el tiempo, es decir, la geografí­a y el calendario.
En estas tierras, que llamaron “nuevo mundo!”, ellos impusieron su geografí­a.
Hubo desde entonces “norte!”, “sur!”, “oriente!” y “occidente!”, y fueron acompañados de signos de poder y barbarie.
Los 7 puntos cardinales de nuestros antepasados (el arriba, el abajo, el frente, el detrás, el un lado, el otro un lado, y el centro), fueron olvidados y en su lugar llegó la geografí­a de arriba con sus divisiones, fronteras, pasaportes, green cards, minuteman, la migra, los muros fronterizos.
Impusieron también su calendario: para arriba los dí­as de reposo y bienestar, para abajo los dí­as de desesperación y muerte.
Y celebran cada 12 de octubre el “dí­a del descubrimiento de América!”, cuando en realidad es la fecha del inicio de la guerra más larga de la historia de la humanidad, una guerra que dura ya 515 años y que tiene como objetivo la conquista de nuestros territorios y el exterminio de nuestra sangre.
Junto a este profundo y extendido dolor, ha sido nombrada también la rebeldí­a de nuestra sangre, el orgullo de nuestra cultura, la experiencia en la resistencia, la sabidurí­a de nuestros más mayores.
En este Encuentro se ha mirado hacia atrás y lejos.
La memoria ha sido el hilo invisible que une a nuestros pueblos, así­ como las montañas que corren a lo largo de todo el continente bordan estas tierras.
Lo que algunos llaman “sueño!”, “utopí­a!”, “imposible!”, “buenos deseos!”, “delirio!”, “locura!”, se escuchó aquí­, en la tierra del Yaqui, con otro tono, con otro destino.
Y hay un nombre para esto que hablamos y escuchamos en tantas lenguas, tiempos y modos.
Hay una palabra que viene desde el origen mismo de la humanidad, y que marca y define las luchas de los hombres y mujeres de todos los rincones del planeta.
Esta palabra es “LIBERTAD!”.
Es lo que queremos como pueblos, naciones y tribus originarias: LIBERTAD.
Y la libertad no está completa sin la justicia y sin la democracia.
Y no puede haber nada de esto, sobre el robo, despojo y destrucción de nuestros territorios, de nuestra cultura, de nuestra gente.
Un mundo sin mandones, eso es lo que parece imposible de imaginar para la gente de hoy.
Como si la tierra hubiera tenido desde siempre quien impusiera su poder sobre ella y sobre quienes la trabajan; como si el mundo nunca pudiera estar cabal.
Son los pueblos originarios que miran su pasado, que guardan y cuidan su memoria, los que saben que es posible un mundo sin Dominador ni dominados, un mundo sin capital, un mundo mejor.
Porque cuando levantamos nuestro pasado, nuestra historia, nuestra memoria, como bandera, no pretendemos volver al ayer, sino construir un futuro digno, humano.
Encontrarnos es el logro principal de esta reunión.
Falta mucho por hacer, por discutir, acordar, luchar. Pero este primer paso será un viento fresco para el dolor del color que somos del color de la tierra.
En el calendario que empezamos a caminar, en la geografí­a que acordamos, una gigantesca subversión continúa.
Para sus modos y medios no hay manuales, libros de recetas, dirigentes de escritorio y academia.
Hay, en cambio, la experiencia de los pueblos originarios, pero ahora con el apoyo y la decisión de los trabajadores de la ciudad y el campo, de los jóvenes y jóvenes, de las personas de edad, de los otros amores, de los niños y niñas; de todas y todos quienes saben que para el mundo no habrá otra oportunidad si esta guerra la ganan los que están arriba.
La rebelión que sacudirá al continente no repetirá los caminos y pasos de las anteriores que cambiaron la historia: será otra.
Entonces, cuando amaine el viento que seremos, el mundo no habrá terminado su largo caminar, y tendrá la oportunidad de hacerse con todas, con todos, un mañana donde quepamos todos los colores.
En ese tiempo del calendario que haremos, en ese lugar de la nueva geografí­a que levantaremos, la luna cambiará la interrogación con la que nace y será de nuevo la sonrisa que anuncia el encuentro de la luz y la sombra.
Desde Vicam, Sonora, Mexico.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, Octubre del 2007.

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