lunes, 28 de mayo de 2012

produccion agricola en estacionmoreno


La producción agrícola en Estación Moreno Sonora




A un kilómetro al norte de la concentración de casas e instalaciones del ferrocarril y de la compañía minera existió una parcela de aproximadamente cinco hectáreas de terreno que era sembrado con métodos muy antiguos.

La fotografía que tenemos inicialmente nos presenta un joven no mayor de 18 años de edad, en el momento en que se dispone a dirigir un par de bestias para que jalen el arado cuyas manceras tiene en sus manos.

El animal que aparece en primer plano era una mula que había sido adquirida en La Misa Sonora por 600 pesos de los de la década de los años 1960. El animal de mayor tamaño era un macho, o mulo como se le suele llamar en otros lugares, cuya edad no conocía nadie, pues todo mundo afirmaba que cuando ellos habían llegado allí, ese animal ya vivía.

Para la especie de las mulas, el macho era un animal extremadamente grande y solo los entendidos sabían hacer la diferencia entre éste y un caballo. Del macho se contaban muchas anécdotas relacionadas con su desconfianza hacia todo y hacia todos, así como con su conducta indómita que conservó hasta sus últimos días. Murió trabajando.

En la fotografía se puede observar que el joven lleva una soga (piola en Sonora) al cuello, que apenas logra proteger con su camisa. Le servía para dirigir a los animales, especialmente en las vueltas y conservarlos siempre en las posiciones correctas. El macho debía caminar sobre la ralla que se había abierto en la vuelta anterior, mientras la mula caminaba a su izquierda y el papel del responsable del arado era mantenerla en avance paralelo a la del macho.

De los lomos de los animales cuelgan pares de cadenas que están conectadas a piezas de acero que se llaman balancines. Había un balancín para cada animal y luego estos se conectaban a un solo balancín, más grande, que estaba conectado (con otra cadena) al arado.

En cada vuelta el arado alcanzaba a barbechar menos de 25 centímetros de ancho, mientras se avanzaba en una ralla muy larga que en las regiones más cortas de aquella parcela eran más de 70 metros. Al terreno que ya había sido barbechado, como se puede apreciar en la foto, se le llamaba: una besana, que no debía ser demasiado ancha para no perder tiempo ni esfuerzo en las puntas, ya que se iba haciendo cada vez más ancha conforme avanzaba el trabajo.

Cada besana llegaba a medir hasta 10 metros de anchura, pero ésta ya era considerada demasiado ancha. En la fotografía se puede observar que al fondo del terreno barbechado había otro sin arar, es el sitio por donde se regresaría el arado para completar la vuelta.

Las casi cinco hectáreas consumían cinco días de trabajo para ser barbechadas en junio, o más tardar, en los primeros días de julio. En un trabajo que empezaba con la salida del sol y terminaba con su ocultamiento, en una rutina que platicaremos después en este blog.









El proceso de barbecho mencionado en el párrafo anterior era apenas el primer paso en la preparación de la tierra, para que recibiera la primera ración de oxígeno y los gusanos que hubiera en ella se murieran con el sol.

Una vez que pasaba la primera llovida importante, en el momento en que empezaba a crecer la hierba, se daba un segundo barbecho en forma perpendicular al que se había realizado semanas antes. Normalmente eso ocurría en los últimos días de julio, o en los primeros días de agosto, dependiendo de la manifestación de las lluvias cada año.





Para que las bestias pudieran jalar el arado a través de sus cadenas, se les colocaba un collar a cada uno, como puede apreciarse en la fotografía. Este collar era de baqueta muy gruesa y sobre ella se colocaban las horquillas de la fotografía siguiente.

El collar de la mula es ahora un adorno en una casa de Phoenix, Arizona y se guarda como recuerdo del hombre que, ayudado por sus hijos y su esposa, se aventuraba a tratar de extraer algo de cosecha en estos sitios casi desérticos.

Cuando llovía, había agua de un pequeño arrollo que se llamaba: el arrollo de la milpa y era necesario asistir a cuidar la distribución adecuada del agua, pues era lo que en el argot de los campesinos se le dice: aguas broncas.

Cuando llovía adecuadamente salía una importante producción de sorgo para la alimentación de las cabras. Se guardaba siempre una región para sembrar maíz y calabazas.

Hacia mediados de noviembre se disponía de la cosecha, que tenía que ser cortada de una forma que será comentada después.

Había elotes para la familia y calabazas para la navidad, además del alimento de las cabras.

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